Perspectiva de género: sus peligros
y alcances
Por Jutta Burggraf
*
"El género es una construcción
cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan
aparentemente fijo como el sexo… Al teorizar que el género es una construcción
radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio
libre de ataduras; en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto
un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo
masculino como uno femenino".
Estas palabras, que podrían parecer
tomadas de un libro de ciencia ficción que vaticina una seria pérdida de sentido
común en el ser humano, no son otra cosa que un extracto del libro "Gender
Trouble: Feminism and the Subversion of Identity" (“El Problema del Género:
el Feminismo y la Subversión de la Identidad”) de la
feminista radical Judith Butler, que viene siendo utilizado desde hace varios
años como libro de texto en diversos programas de estudios femeninos de
prestigiosas universidades norteamericanas, en donde la perspectiva de género
viene siendo ampliamente promovida.
Mientras muchos podrían seguir
considerando el término 'género' como simplemente una forma cortés de decir
'sexo' para evitar el sentido secundario que 'sexo' tiene en inglés, y que por
tanto 'género' se refiere a seres humanos masculinos y femeninos, existen otros
que desde hace ya varios años han decidido difundir toda una "nueva perspectiva"
del término. Esta perspectiva, para sorpresa de muchos, se refiere al término
género como "roles socialmente construidos".
La IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, realizada en
septiembre de 1995 en Pekín, fue el escenario elegido por los promotores de la
nueva perspectiva para lanzar una fuerte campaña de persuasión y difusión. Es
por ello que desde dicha cumbre la "perspectiva de género" ha venido filtrándose
en diferentes ámbitos no sólo de los países industrializados, sino además de los
países en vías de desarrollo.
Definición del término género
Precisamente en la cumbre de Pekín,
muchos de los delegados participantes que ignoraban esta "nueva perspectiva" del
término en cuestión, solicitaron a sus principales propulsores una definición
clara que pudiera iluminar el debate. Así, la directiva de la conferencia de
la ONU emitió la
siguiente definición:
"El género se refiere a las relaciones
entre mujeres y hombres basadas en roles definidos socialmente que se asignan a
uno u otro sexo".
Esta definición creó confusión entre los
delegados a la cumbre, muchos de los cuales solicitaron una descripción más
explícita del término, presintiendo que pudiera encubrir la promoción de ciertas
ideas acerca de las orientaciones e identidades homosexuales, entre otras cosas.
Fue entonces cuando Bella Abzug, ex-congresista de Estados Unidos, intervino
para completar la novedosa interpretación del término
"género":
"El sentido del término 'género' ha
evolucionado, diferenciándose de la palabra 'sexo' para expresar la realidad de
que la situación y los roles de la mujer y del hombre son construcciones
sociales sujetas a cambio".
Quedaba claro, pues, que los partidarios
de la perspectiva de género proponían algo tan temerario como, por ejemplo, que
"no existe un hombre natural o una mujer natural, que no hay conjunción de
características o de una conducta exclusiva de un sólo sexo, ni siquiera en la
vida psíquica". Así, "la inexistencia de una esencia femenina o masculina nos
permite rechazar la supuesta 'superioridad' de uno u otro sexo, y cuestionar en
lo posible si existe una forma 'natural' de sexualidad humana".
Ante tal situación, muchos delegados
cuestionaron el término así como su inclusión en el documento. Sin embargo, la
ex-diputada Abzug abogó férreamente en su favor:
“El concepto de 'género' está enclavado
en el discurso social, político y legal contemporáneo. Ha sido integrado a la
planificación conceptual, al lenguaje, los documentos y programas de los
sistemas de las Naciones Unidas… los intentos actuales de varios Estados
Miembros de borrar el término 'género' en la Plataforma de Acción y
reemplazarlo por 'sexo' es una tentativa insultante y degradante de revocar los
logros de las mujeres, de intimidarnos y de bloquear el progreso
futuro".
El apasionamiento de Bella Abzug por
incluir el término en Pekín llamó la atención de muchos delegados. Sin embargo,
el asombro y desconcierto fue mayor luego que uno de los participantes
difundiera algunos textos empleados por las feministas de género, profesoras de
reconocidos Colleges y Universidades de los Estados Unidos. De acuerdo a la
lista de lecturas obtenida por el delegado, las "feministas de género" defienden
y difunden las siguientes definiciones:
“Hegemonía o hegemónico”: Ideas o
conceptos aceptados universalmente como naturales, pero que en realidad son
construcciones sociales.
“Deconstrucción”: La tarea de denunciar
las ideas y el lenguaje hegemónico (es decir, aceptados universalmente como
naturales), con el fin de persuadir a la gente de que sus percepciones de la
realidad son construcciones sociales.
“Patriarcado”, “Patriarcal”:
Institucionalización del control masculino sobre la mujer, los hijos y la
sociedad, que perpetúa la posición subordinada de la mujer.
“Perversidad polimorfa”, “sexualmente
polimorfo”: Los hombres y las mujeres no sienten atracción por personas del sexo
opuesto por naturaleza, sino más bien por un condicionamiento de la sociedad.
Así, el deseo sexual puede dirigirse a cualquiera.
“Heterosexualidad obligatoria”: Se
fuerza a las personas a pensar que el mundo está dividido en dos sexos que se
atraen sexualmente uno al otro.
“Preferencia u orientación sexual”:
Existen diversas formas de sexualidad, que incluyen homosexuales, lesbianas,
bisexuales, transexuales y travestidos- como equivalentes a la heterosexualidad.
“Homofobia”: Temor a relaciones con
personas del mismo sexo; personas con prejuicios en contra de los homosexuales.
El término se basa en la noción de que el prejuicio contra los homosexuales
tiene sus raíces en el ensalzamiento de las tendencias homosexuales.
Estas definiciones fueron tomadas del
material obligatorio del curso "Re-imagen del Género" impartido en un
prestigioso College norteamericano. Asimismo, las siguientes afirmaciones
corresponden a la bibliografía obligatoria del
mismo:
"La teoría feminista ya no puede
permitirse el lujo simplemente de proclamar una tolerancia del 'lesbianismo'
como 'estilo alternativo de vida' o hacer alusión y mostrar a las lesbianas. Se
ha retrasado demasiado una crítica feminista de la orientación heterosexual
obligatoria de la mujer".
"Una estrategia apropiada y viable del
derecho al aborto es la de informar a toda mujer que la penetración heterosexual
es una violación, sea cual fuere su experiencia subjetiva
contraria".
Las afirmaciones citadas podrían parecer
suficientemente reveladoras sobre la peligrosa agenda de los promotores de esta
"perspectiva". Sin embargo, existen aún otros postulados que las "feministas de
género" propagan cada vez con mayor fuerza:
"Cada niño se asigna a una u otra
categoría sobre la base de la forma y tamaño de sus órganos genitales. Una vez
hecha esta asignación, nos convertimos en lo que la cultura piensa que cada uno
es -femenina o masculino-. Aunque muchos crean que el hombre y la mujer son
expresión natural de un plano genético, el género es producto de la cultura y el
pensamiento humano, una construcción social que crea la 'verdadera naturaleza'
de todo individuo".
Así pues, para las "feministas de
género", éste "implica la pertenencia a una clase, y la clase presupone una
desigualdad. La lucha por de-construir el género llevará mucho más rápidamente a
la meta".
El feminismo de género
Pero, ¿en qué consiste el "feminismo de
género" y cuál es la diferencia con el comúnmente conocido feminismo?. Para
comprender más a profundidad el debate en torno al "término género", vale la
pena responder a esta pregunta.
El término "feministas del género" fue
acuñado en primer lugar por Christina Hoff Sommers en su libro "Who Stole
Feminism?" ("¿Quién robó el Feminismo?"), con el fin de distinguir el
feminismo de ideología radical surgido hacia fines de los '60, del anterior
movimiento feminista de equidad. He aquí las palabras de Hoff
Sommers:
"El feminismo de ‘equidad’ es
sencillamente la creencia en la igualdad legal y moral de los sexos. Una
feminista de equidad quiere para la mujer lo que quiere para todos: tratamiento
justo, ausencia de discriminación. Por el contrario, el feminismo del 'género'
es una ideología que pretende abarcarlo todo, según la cual la mujer está presa
en un sistema patriarcal opresivo. La feminista de equidad opina que las cosas
han mejorado mucho para la mujer; la feminista del 'género' a menudo piensa que
han empeorado. Ven señales de patriarcado por doquier y piensan que la situación
se pondrá peor. Pero esto carece de base en la realidad. Las cosas nunca han
estado mejores para la mujer, que hoy conforma el 55% del estudiantado
universitario, mientras que la brecha salarial continúa
cerrándose".
Al parecer, este "feminismo de género"
tuvo una fuerte presencia en la
Cumbre de Pekín. Así lo afirma Dale O'Leary, autora de
numerosos ensayos sobre la mujer y participante en la Conferencia de Pekín, quien
asegura que durante todas las jornadas de trabajo, las mujeres que se
identificaron como feministas abogaron persistentemente por incluir la
"perspectiva del género" en el texto, definiendo "género" como 'roles
socialmente construidos' y usándolo en sustitución de 'mujer' o de masculino y
femenino. De hecho, todas las personas familiarizadas con los objetivos del
"feminismo de género", reconocieron inmediatamente la conexión entre la
mencionada ideología y el borrador del "Programa de Acción" del 27 de febrero
que incluía propuestas aparentemente inocentes y términos particularmente
ambiguos.
Neo Marxismo
En palabras de Dale O'Leary, la teoría
del "feminismo de género" se basa en una interpretación neo-marxista de la
historia. Comienza con la afirmación de Marx de que toda la historia es una
lucha de clases, de opresor contra oprimido, en una batalla que se resolverá
sólo cuando los oprimidos se percaten de su situación, se alcen en revolución e
impongan una dictadura de los oprimidos. La sociedad será totalmente
reconstruida y emergerá la sociedad sin clases, libre de conflictos, que
asegurará la paz y prosperidad utópicas para todos.
O'Leary agrega que fue Frederick Engels
quien sentó las bases de la unión entre el marxismo y el feminismo. Para ello
cita el libro "El Origen de la Familia, Propiedad y el Estado",
escrito por el pensador alemán en 1884 en el que señala:
"El primer antagonismo de clases de la
historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer
unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con
la del sexo femenino por el masculino".
Según O'Leary, los marxistas clásicos
creían que el sistema de clases desaparecería una vez que se eliminara la
propiedad privada, se facilitara el divorcio, se aceptara la ilegitimidad, se
forzara la entrada de la mujer al mercado laboral, se colocara a los niños en
institutos de cuidado diario y se eliminara la religión. Sin embargo, para las
"feministas de género", los marxistas fracasaron por concentrarse en soluciones
económicas sin atacar directamente a la familia, que era la verdadera causa de
las clases.
En ese sentido, la feminista Shulamith
Firestone afirma la necesidad de destruir la diferencia de clases, más aún la
diferencia de sexos:
"… Asegurar la eliminación de las clases
sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y
se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad
sobre sus propios cuerpos, como también el control femenino de la fertilidad
humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones
sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la
revolución socialista era no sólo acabar con el privilegio de la clase
económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta
definitiva de la revolución feminista debe ser igualmente -a diferencia del
primer movimiento feminista- no simplemente acabar con el privilegio masculino
sino con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres
humanos ya no importarían culturalmente".
Cuando la
Naturaleza estorba
Está claro, pues, que para esta nueva
"perspectiva de género", la realidad de la naturaleza incomoda, estorba, y por
tanto, debe desaparecer. Al respecto, la propia Shulamith Firestone
decía:
"Lo 'natural' no es necesariamente un
valor 'humano'. La humanidad ha comenzado a sobrepasar a la naturaleza; ya no
podemos justificar la continuación de un sistema discriminatorio de clases por
sexos sobre la base de sus orígenes en la Naturaleza. De hecho, por la
sola razón de pragmatismo empieza a parecer que debemos deshacernos de
ella".
Para los apasionados defensores de la
"nueva perspectiva", no se deben hacer distinciones porque cualquier diferencia
es sospechosa, mala, ofensiva. Dicen, además, que toda diferencia entre el
hombre y la mujer es construcción social y por consiguiente tiene que ser
cambiada. Buscan establecer una igualdad total entre hombre y mujer, sin
considerar las naturales diferencias entre ambos, especialmente las diferencias
sexuales; más aún, relativizan la noción de sexo de tal manera que, según ellos,
no existirían dos sexos, sino más bien muchas "orientaciones
sexuales".
Así, los mencionados promotores del
"género" no han visto mejor opción que declarar la guerra a la naturaleza y a
las opciones de la mujer. Según O'Leary, las "feministas de género" a menudo
denigran el respeto por la mujer con la misma vehemencia con que atacan la falta
de respeto, porque para ellas el "enemigo" es la
diferencia.
Sin embargo, es evidente que no toda
diferencia es mala ni mucho menos irreal. Tanto el hombre como la mujer tienen
sus propias particularidades naturales que deben ser puestas al servicio del
otro, para alcanzar un enriquecimiento mutuo. Esto, claro está, no significa que
los recursos personales de la femineidad sean menores que los recursos de la
masculinidad; simplemente significa que son diferentes. En tal sentido, si
aceptamos el hecho de que hombre y mujer son diferentes, una diferencia
estadística entre hombres y mujeres que participen en una actividad en
particular, podría ser más que una muestra de discriminación, el simple reflejo
de esas diferencias naturales entre hombre y mujer.
No obstante, ante la evidencia de que
estas diferencias son naturales, los propulsores de la "nueva perspectiva" no
cuestionan sus planteamientos sino más bien atacan el concepto de naturaleza.
Además, consideran que las diferencias
de "género", que según ellos existen por construcción social, fuerzan a la mujer
a ser dependiente del hombre y por ello, la libertad para la mujer consistirá,
no en actuar sin restricciones injustas, sino en liberarse de "roles de género
socialmente construidos". En ese sentido, Ann Ferguson y Nancy Folbre afirman:
"… Las feministas deben hallar modos de
apoyo para que la mujer identifique sus intereses con la mujer, antes que con
sus deberes personales hacia el hombre en el contexto de la familia. Esto
requiere establecer una cultura feminista revolucionaria auto-definida de la
mujer, que pueda sostenerla, ideológica y materialmente 'fuera del patriarcado'.
Las redes de soporte contra-hegemónico material y cultural pueden proveer
sustitutos mujer-identificados de la producción sexo-afectiva patriarcal, que
proporcionen a las mujeres mayor control sobre sus cuerpos, su tiempo de trabajo
y su sentido de sí mismas".
Con dicho fin, Ferguson y Folbre diseñan
4 áreas claves de "ataque":
Reclamar apoyo económico oficial para el
cuidado de niños y los derechos reproductivos.
Reclamar libertad sexual, que incluye el
derecho a la preferencia sexual (derechos homosexuales).
El control feminista de la producción
ideológica y cultural. Es importante porque la producción cultural afecta las
finalidades personales, el sentido de sí mismo, las redes sociales y la
producción de redes de crianza y afecto, amistad y parentesco social.
Establecer ayuda mutua: sistemas de
apoyo económico a la mujer, desde redes de identificación única con la mujer,
hasta juntas de mujeres en los sindicatos que luchen por los intereses femeninos
en el trabajo asalariado.
Una buena excusa: La mujer
Después de revisar la peculiar "agenda
feminista", Dale O'Leary evidencia que el propósito de cada punto de la misma no
es mejorar la situación de la mujer, sino separar a la mujer del hombre y
destruir la identificación de sus intereses con los de sus familias. Asimismo,
agrega la experta, el interés primordial del feminismo radical nunca ha sido el
de mejorar directamente la situación de la mujer ni aumentar su libertad. Por el
contrario, para las feministas radicales activas, las mejoras menores pueden
obstaculizar la revolución de clase sexo/género.
Esta afirmación es confirmada por la
feminista Heidi Hartmann que radicalmente afirma:
"La cuestión de la mujer nunca ha sido
la 'cuestión feminista'. Esta se dirige a las causas de la desigualdad sexual
entre hombres y mujeres, del dominio masculino sobre la
mujer".
No en vano, durante la Conferencia de Pekín,
la delegada canadiense Valerie Raymond manifestó su empeño en que la cumbre de
la mujer se abordara paradójicamente "no como una 'conferencia de la mujer',
sino una conferencia en la que todos los temas se enfocaran a través de una
‘óptica de género’".
Así, dice O'Leary, la "nueva
perspectiva" tiene como objeto propulsar la agenda
homosexual/lesbiana/bisexual/transexual, y no los intereses de las mujeres
comunes y corrientes.
Roles socialmente construidos
Para tratar este punto, tomemos la
definición de "género" señalada en un volante que distribuyeron en
la Reunión del
PrepCom (Comité Preparatorio de Pekín) las partidarias de esta
perspectiva.
"Género se refiere a los roles y
responsabilidades de la mujer y del hombre que son determinados socialmente. El
género se relaciona con la forma en que se nos percibe y se espera que pensemos
y actuemos como mujeres y hombres, por el modo en que la sociedad está
organizada, no por nuestras diferencias
biológicas".
Vale señalar que el término 'rol'
distorsiona la discusión. Siguiendo el estudio de O'Leary, el 'rol' se define
primariamente como: parte de una producción teatral en la cual una persona,
vestida especialmente y maquillada, representa un papel de acuerdo a un libreto
escrito. El uso del término 'rol' o de la frase 'roles desempeñados' transmite
necesariamente la sensación de algo artificial que se le impone a la
persona.
Cuando se sustituye 'rol' por otro
vocablo -tal como vocación-, se pone de manifiesto cómo el término 'rol' afecta
nuestra percepción de identidad. Vocación envuelve algo auténtico, no
artificial, una llamada a ser lo que somos. Respondemos a nuestra vocación a
realizar nuestra naturaleza o a desarrollar nuestros talentos y capacidades
innatos. En ese sentido, por ejemplo, O'Leary destaca la vocación femenina a la
maternidad, pues la maternidad no es un 'rol'. Cuando una madre concibe a un
hijo, emprende una relación de por vida con otro ser humano. Esta relación
define a la mujer, le plantea ciertas responsabilidades y afecta casi todos los
aspectos de su vida. No está representando el papel de madre; es una madre. La
cultura y la tradición ciertamente influyen sobre el modo en que la mujer cumple
con las responsabilidades de la maternidad, pero no crean madres, aclara
O'Leary.
Sin embargo, los promotores de la
"perspectiva de género" insisten en decir que toda relación o actividad de los
seres humanos es resultado de una "construcción social" que otorga al hombre una
posición superior en la sociedad y a la mujer una inferior. Según esta
perspectiva, el progreso de la mujer requiere que se libere a toda la sociedad
de esta "construcción social", de modo que el hombre y la mujer sean
iguales.
Para ello, las "feministas de género"
señalan la urgencia de "de-construir estos roles socialmente construidos", que
según ellas, pueden ser divididos en tres categorías
principalmente:
Masculinidad y
Feminidad. Consideran que el hombre
y la mujer adultos son construcciones sociales; que en realidad el ser humano
nace sexualmente neutral y que luego es socializado en hombre o mujer. Esta
socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Por ello, las
feministas proponen depurar la educación y los medios de comunicación de todo
estereotipo o imagen específica de género, para que los niños puedan crecer sin
que se les exponga a trabajos "sexo-específicos".
Relaciones familiares: padre, madre,
marido y mujer. Las feministas no
sólo pretenden que se sustituyan estos términos "género-específicos" por
palabras "género-neutrales", sino que aspiran a que no haya diferencias de
conducta ni responsabilidad entre el hombre y la mujer en la familia. Según Dale
O'Leary, ésta es la categoría de "roles socialmente construidos" a la que las
feministas atribuyen mayor importancia porque consideran que la experiencia de
relaciones "sexo-específicas" en la familia son la principal causa del sistema
de clases "sexo/géneros".
Ocupaciones o profesiones.
El tercer tipo de "roles socialmente
construidos" abarca las ocupaciones que una sociedad asigna a uno u otro sexo.
Si bien las tres categorías de
"construcción social" ya podrían ser suficientes, el repertorio de las
"feministas de género" incluye una más: la reproducción humana que, según dicen,
también es determinada socialmente. Al respecto, Heidi Hartmann
afirma:
"La forma en que se propaga la especie
es determinada socialmente. Si biológicamente la gente es sexualmente polimorfa
y la sociedad estuviera organizada de modo que se permitiera por igual toda
forma de expresión sexual, la reproducción sería resultado sólo de algunos
encuentros sexuales: los heterosexuales. La división estricta del trabajo por
sexos, un invento social común a toda sociedad conocida, crea dos géneros muy
separados y la necesidad de que el hombre y la mujer se junten por razones
económicas. Contribuye así a orientar sus exigencias sexuales hacia la
realización heterosexual, y a asegurar la reproducción biológica. En sociedades
más imaginativas, la reproducción biológica podría asegurarse con otras
técnicas".
El objetivo: de-construir la sociedad
Queda claro pues, que la meta de los
promotores de la "perspectiva de género", fuertemente presente en Pekín, es
llegar a una sociedad sin clases de sexo. Para ello, proponen de-construir el
lenguaje, las relaciones familiares, la reproducción, la sexualidad, la
educación, la religión, la cultura, entre otras cosas. Al respecto, el material
de trabajo del curso Re-Imagen del Género, dice lo
siguiente:
"El género implica clase, y la clase
presupone desigualdad. Luchar por deconstruir el género llevará mucho más
rápidamente a la meta. Bien, es una cultura patriarcal y el género parece ser
básico al patriarcado. Después de todo, los hombres no gozarían del privilegio
masculino si no hubiera hombres. Y las mujeres no serían oprimidas sino
existiera tal cosa como 'la mujer'. Acabar con el género es acabar con el
patriarcado, como también con las muchas injusticias perpetradas en nombre de la
desigualdad entre los géneros".
En tal sentido, Susan Moller Okin
escribe un artículo en el que se lanza a pronosticar lo que para ella sería el
"soñado futuro sin géneros":
"No habría presunciones sobre roles
masculino o femenino; dar a luz estaría conceptualmente tan distante de la
crianza infantil, que sería motivo de asombro que hombres y mujeres no fueran
igualmente responsables de las áreas domésticas, o que los hijos pasaran mucho
más tiempo con uno de los padres que con el otro. Sería un futuro en el que
hombres y mujeres participaran en número aproximadamente igual en todas las
esferas de la vida, desde el cuidado de los niños hasta el cargo político de más
alto nivel, incluyendo los más diversos tipos de trabajo asalariado. Si hemos de
guardar la más mínima lealtad a nuestros ideales democráticos, es esencial
distanciarnos del género… Parece innegable que la disolución de roles de género
contribuirá a promover la justicia en toda nuestra sociedad, haciendo así de la
familia un sitio mucho más apto para que los hijos desarrollen un sentido de
justicia".
Para ello, también proponen la
"de-construcción de la educación" tal como se lee en el discurso de
la
Presidenta de Islandia, Vigdis Finnbogadottir, en una
conferencia preparatoria de la Conferencia de Pekín, organizada
por el Consejo Europeo en febrero de 1995. Para ella, así como para todos los
demás defensores de la "perspectiva de género", urge de-construir no sólo la
familia sino también la educación. Las niñas deben ser orientadas hacia áreas no
tradicionales sin exponerlas a la imagen de la mujer como esposa o madre, ni
involucrarlas en actividades femeninas
tradicionales.
"La educación es una estrategia
importante para cambiar los prejuicios sobre los roles del hombre y la mujer en
la sociedad. La perspectiva del 'género' debe integrarse en los programas. Deben
eliminarse los estereotipos en los textos escolares y sensibilizar en este
sentido a los maestros, para asegurar así que niñas y niños hagan una selección
profesional informada, y no sobre la base de tradiciones llenas de prejuicios
sobre el ‘género’".
Primer blanco, la familia
"El final de la familia biológica
eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad
masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se
verán en la forma liberal como opciones alternativas, fuera del alcance de la
regulación estatal… en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y
heterosexualidad serán abandonadas: la misma 'institución de las relaciones
sexuales', en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá.
La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa
natural".
Estas palabras de Alison Jagger, autora
de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en
universidades norteamericanas, revelan claramente la hostilidad de las
"feministas del género" frente a la familia.
"La igualdad feminista radical
significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción
de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al igual que los hombres-
no tengan que dar a luz… La destrucción de la familia biológica que Freud jamás
visualizó, permitirá la emergencia de mujeres y hombres nuevos, diferentes de
cuantos han existido anteriormente".
Al parecer, la principal razón del
rechazo feminista a la familia es que, para ellas, esta institución básica de la
sociedad "crea y apoya el sistema de clases sexo/género". Así lo explica
Christine Riddiough, colaboradora de la revista publicada por la institución
internacional anti-vida “Catholics for a Free Choice” ("Católicas por el derecho
a decidir"):
"La familia nos da las primeras
lecciones de ideología de clase dominante y también provee de legitimidad a
otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos
enseñan primero la religión, a ser buenos ciudadanos… tan completa es la
hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que ésta
encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación
entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la
sexualidad de la mujer".
Para quienes tienen una visión marxista
de las diferencias de clases como causa de los problemas, apunta O'Leary,
'diferente' es siempre 'desigual' y 'desigual' siempre es 'opresor'. En este
sentido, las "feministas de género" consideran que cuando la mujer cuida a sus
hijos en el hogar y el esposo trabaja fuera de casa, las responsabilidades son
diferentes y por tanto no igualitarias. Entonces ven esta 'desigualdad' en el
hogar como causa de 'desigualdad' en la vida pública, ya que la mujer, cuyo
interés primario sería el hogar, no siempre tendría el tiempo y la energía para
dedicarse a la vida pública. Por ello afirman:
"Pensamos que ninguna mujer debería
tener esta opción. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa
para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres
no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres
decidirán por ella".
Además, las "feministas de género"
insisten en la de-construcción de la familia no sólo porque según ellas
esclaviza a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que
acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural. Al
respecto, Nancy Chodorow afirma:
"Si nuestra meta es acabar con la
división sexual del trabajo en la que la mujer se hace maternal, tenemos que
entender en primer lugar los mecanismos que la reproducen. Éste es el punto en
el que debe intervenirse. Cualquier estrategia para el cambio cuya meta abarque
la liberación de las restricciones impuestas por una desigual organización
social por géneros, debe tomar en cuenta la necesidad de una reorganización
fundamental del cuidado de los hijos, para que sea compartido igualmente por
hombres y mujeres".
Queda claro que para los propulsores del
"género" las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente
enemigas de la realización de la mujer. El entorno privado se considera
secundario y menos importante; la familia y el trabajo del hogar se ven como
"carga" que afecta negativamente los "proyectos profesionales" de la mujer.
Este ataque declarado contra la familia,
sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos promulgada por la ONU en 1948. En el artículo 16 de la
misma, las Naciones Unidas defienden con énfasis la familia y el
matrimonio:
Los hombres y las mujeres, a partir de
la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza,
nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de
iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de
disolución del matrimonio.
Sólo mediante libre y pleno
consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.
La familia es el elemento natural y
fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del
Estado.
Sin embargo, los artífices de la nueva
"perspectiva de género" presentes en la cumbre de la mujer pusieron al margen
todas estas premisas y por el contrario apuntaron desde entonces la necesidad de
"de-construir" la familia, el matrimonio, la maternidad, y la feminidad misma
para que el mundo pueda ser libre.
En cambio, los representantes de las
principales naciones comprometidas con la defensa de la vida y los valores
familiares que participaron en Pekín, alzaron su voz en contra de este tipo de
propuestas, sobre todo al descubrir que el documento de la cumbre eliminaba
arbitrariamente del vocabulario del programa las palabras "esposa", "marido",
"madre", "padre". Ante tal hecho, Barbara Ledeen, Directora del Independent
Women Forum, una organización de defensa de la mujer ampliamente reconocida en
Estados Unidos, señaló:
"El documento está inspirado en teorías
feministas ultrarradicales, de viejo sello conflictivo, y representa un ataque
directo a los valores de la familia, el matrimonio y la
feminidad".
El Papa Juan Pablo II, por su parte,
tiempo antes de la
Conferencia de Pekín, ya había insistido en señalar la estrecha
relación entre la mujer y la familia. Durante el encuentro que sostuvo con
Gertrude Mongella, Secretaria General de la Conferencia de la Mujer, previo a la cumbre
mundial, dijo:
"No hay respuesta a los temas sobre la
mujer, que pueda pasar por alto la función de la mujer en la familia…. Para
respetar este orden natural, es necesario hacer frente a la concepción errada de
que la función de la maternidad es opresiva para la
mujer".
Lamentablemente, la propuesta del
Consejo Europeo para la
Plataforma de Acción de Pekín fue completamente ajena a estas
orientaciones.
"Ya es hora de dejar claro que los
estereotipos de géneros son anticuados: los hombres ya no son únicamente los
machos que sostienen la familia ni las mujeres sólo esposas y madres. No debe
subestimarse la influencia psicológica negativa de mostrar estereotipos
femeninos".
Ante esta postura, O'Leary escribe en su
informe que si bien es cierto que las mujeres no deben mostrarse únicamente como
esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, y por ello una imagen positiva
de la mujer que se dedica sólo al trabajo del hogar no tiene nada de malo. Sin
embargo, la meta de la perspectiva del 'género' no es representar auténticamente
la vida de la mujer, sino crear un estereotipo inverso, según el cual las
mujeres que "sólo" sean esposas y madres nunca aparecerían bajo un prisma
favorable.
Salud y derechos sexuales reproductivos
En la misma línea, las "feministas de
género" incluyen como parte esencial de su agenda la promoción de la "libre
elección" o “derecho a decidir” en asuntos de reproducción y de estilo de vida.
Según O'Leary, "libre elección de reproducción" es la expresión clave para
referirse al aborto a petición; mientras que "estilo de vida" apunta a promover
la homosexualidad, el lesbianismo, otras formas de sexualidad, dentro o fuera
del matrimonio. Así, por ejemplo, los representantes del Consejo Europeo en
Pekín lanzaron la siguiente propuesta:
"Deben escucharse las voces de mujeres
jóvenes, ya que la vida sexual no gira sólo alrededor del matrimonio. Esto lleva
al aspecto del derecho a ser diferente, ya sea en términos de estilo de vida -la
elección de vivir en familia o sola, con o sin hijos- o de preferencias
sexuales. Deben reconocerse los derechos reproductivos de la mujer
lesbiana".
Estos "derechos" de las lesbianas,
incluirían también el "derecho" de las parejas lesbianas a concebir hijos a
través de la inseminación artificial, y de adoptar legalmente a los hijos de sus
compañeras.
Pero los defensores del "género" no
tienen sólo estas propuestas sino que, además, defienden el "derecho a la salud"
que, en honor a la verdad, se aleja por completo de la verdadera salud del ser
humano. En efecto, ignorando el derecho de todo ser humano a la vida, proponen
un derecho a la salud que incluye el derecho a la salud sexual y reproductiva.
Paradójicamente, esta "salud reproductiva" incluye el aborto y por tanto, la
"muerte" de seres humanos no nacidos.
No en vano, las "feministas de género"
son fuertes aliadas de los Ambientalistas y “Poblacionistas” (o partidarios del
control de natalidad). Según O'Leary, aunque las tres ideologías no concuerdan
en todos sus aspectos, tienen en común el proyecto del aborto. Por un lado, los
ambientalistas y “poblacionistas”, consideran esencial para el éxito de sus
agendas, el estricto control de la fertilidad y para ello están dispuestos a
usar la "perspectiva de género". La siguiente cita de la Division for the Advance of Women
(División para el Avance de las Mujeres) propuesta en una reunión organizada en
consulta con el Fondo de Población de la ONU, revela la manera de pensar de
aquellos interesados primariamente en que haya cada vez menos gente que vea el
"género":
"Para ser efectivos a largo plazo, los
programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad
dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de
género con el fin de reducir la fertilidad".
Así, los "nuevos derechos" propuestos
por las "feministas de género" no se reducen simplemente a los derechos de
"salud reproductiva" que como hemos mencionado ya, promueven el aborto de un ser
humano no nacido, sino que además exigen el "derecho" a determinar la propia
identidad sexual. En un volante que circuló durante la Conferencia de Pekín,
la ONG
“International Gay and Lesbian Human Rights Comisión” (Comisión Internacional de
los Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas) exigió este derecho en los
siguientes términos:
"Nosotros, los abajo firmantes, hacemos
una llamada a los Estados Miembros a reconocer el derecho a determinar la propia
identidad sexual; el derecho a controlar el propio cuerpo, particularmente al
establecer relaciones de intimidad; y el derecho a escoger, dado el caso, cuándo
y con quién engendrar y criar hijos, como elementos fundamentales de todos los
derechos humanos de toda mujer, sin distinción de orientación sexual".
Esto es más preocupante aún si se toma
en cuenta que para las "feministas de género" existen cinco sexos. Rebecca J.
Cook, profesora de Derecho en la Universidad de Toronto y
redactora del informe oficial de la
ONU en Pekín, señala en la misma línea de sus compañeros de
batalla, que los géneros masculino y femenino, serían una "construcción de la
realidad social" y deberían ser abolidos. Aunque resulte increíble, el documento
elaborado por la feminista canadiense afirma que "los sexos ya no son dos sino
cinco", y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de "mujeres
heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres
homosexuales y bisexuales".
La "libertad" de los propulsores del
"género" para afirmar la existencia de 5 sexos, contrasta con todas las pruebas
científicas existentes según las cuales, sólo hay dos opciones desde el punto de
vista genético: o se es hombre o se es mujer, no hay absolutamente nada,
científicamente hablando, que esté en el medio.
Ataque a la religión
Si bien las "feministas de género"
promueven la "de-construcción" de la familia, la educación y la cultura como
solución para todos los problemas, ponen especial énfasis en la
"de-construcción" de la religión que, según dicen, es la causa principal de la
opresión de la mujer. Numerosas ONGs acreditadas ante la ONU, se han empeñado en criticar a
quienes ellos denominan "fundamentalistas" (Cristianos Católicos, Evangélicos y
Ortodoxos, Judíos y Musulmanes, o cualquier persona que rehúse ajustar las
doctrinas de su religión a la agenda del "feminismo de género"). Un video
promotor del Foro de las ONGs en la Conferencia de Pekín, producido
por Judith Lasch, señala:
"Nada ha hecho más por constreñir a la
mujer que los credos y las enseñanzas religiosas".
De la misma manera, el informe de
la Reunión de
Estrategias Globales para la
Mujer contiene numerosas referencias al fundamentalismo y a la
necesidad de contrarrestar sus supuestos ataques a los derechos de la
mujer.
"Toda forma de fundamentalismo, sea
político, religioso o cultural, excluye a la mujer de las normas de derechos
humanos aceptadas internacionalmente, y la convierten en blanco de violencia
extrema. La eliminación de estas prácticas es preocupación de la comunidad
internacional".
De otro lado, el informe de la reunión
preparatoria a la
Conferencia de Pekín organizada por el Consejo Europeo en
febrero de 1995, incluye numerosos ataques a la
religión:
"El surgimiento de toda forma de
fundamentalismo religioso se considera como una especial amenaza al disfrute por
parte de la mujer de sus derechos humanos y a su plena participación en la toma
de decisiones a todo nivel en la sociedad".
"…Debe capacitarse a las mujeres mismas,
y dárseles la oportunidad de determinar lo que sus culturas, religiones y
costumbres significan para ellas".
Vale señalar que para el "feminismo de
género", la religión es un invento humano y las religiones principales fueron
inventadas por hombres para oprimir a las mujeres. Por ello, las feministas
radicales postulan la re-imagen de Dios como Sophia: Sabiduría femenina. En ese
sentido, las "teólogas del feminismo de género" proponen descubrir y adorar no a
Dios, sino a la Diosa.
Por ejemplo, Carol Christ, autodenominada "teóloga feminista de
género" afirma lo siguiente:
"Una mujer que se haga eco de la
afirmación dramática de Ntosake Shange: 'Encontré a Dios en mí misma y la amé
ferozmente' está diciendo: 'El poder femenino es fuerte y creativo'. Está
diciendo que el principio divino, el poder salvador y sustentador, está en ella
misma y que ya no verá al hombre o a la figura masculina como
salvador".
Igual de extrañas son las palabras de
Elisabeth Schussler Fiorenza, otra "teóloga feminista de género" que niega de
raíz la posibilidad de la
Revelación, tal como se lee en la siguiente
cita:
"Los textos bíblicos no son revelación
de inspiración verbal ni principios doctrinales, sino formulaciones históricas…
Análogamente, la teoría feminista insiste en que todos los textos son producto
de una cultura e historia patriarcal
androcéntrica".
Además, Joanne Carlson Brown y Carole R.
Bohn, también autodenominadas teólogas de la "escuela feminista de género",
atacan directamente al cristianismo como propulsor del abuso
infantil:
"El cristianismo es una teología abusiva
que glorifica el sufrimiento. ¿Cabe asombrarse de que haya mucho abuso en la
sociedad moderna, cuando la imagen teológica dominante de la cultura es el
'abuso divino del hijo' - Dios Padre que exige y efectúa el sufrimiento y la
muerte de su propio hijo? Si el cristianismo ha de ser liberador del oprimido,
debe primero liberarse de esta teología".
Por todo ello, los dueños de la "nueva
perspectiva" promueven el ataque frontal al cristianismo y a toda figura que lo
represente. En 1994, Rhonde Copelon y Berta Esperanza Hernández elaboraron un
folleto para una serie de sesiones de trabajo de la Conferencia
Internacional de Población y Desarrollo del Cairo. El folleto
atacaba directamente al Vaticano por oponerse a su agenda que entre otras cosas
incluye los "derechos a la salud reproductiva" y por consecuencia al
aborto.
"… este reclamo de derechos humanos
elementales se enfrenta con la oposición de todo tipo de fundamentalistas
religiosos, con el Vaticano como líder en la organización de oposición religiosa
a la salud y a los derechos reproductivos, incluyendo hasta los servicios de
planificación familiar".
En contraste con todas estas posturas de
ataque y agresión a la religión, a la Iglesia, concretamente al Vaticano,
son las posturas de la mayoría de mujeres del mundo que según el informe de
O'Leary defienden sus tradiciones religiosas como la mejor protección de los
derechos y la dignidad de la mujer. Mujeres católicas, evangélicas, ortodoxas y
judías agradecen, en particular, las enseñanzas de sus credos sobre el
matrimonio, la familia, la sexualidad y el respeto por la vida
humana.
La Santa Sede, por su parte, señaló en los meses previos a Pekín
el peligro de la tendencia del texto planteado por la ONU, a dejar de lado el derecho de las
mujeres a la libertad de conciencia y de religión en las instituciones
educativas.
Conclusión
En palabras de Dale O'Leary, el
"feminismo de género" es un sistema cerrado contra el cual no hay forma de
argumentar. No puede apelarse a la naturaleza, ni a la razón, la experiencia o
las opiniones y deseos de mujeres verdaderas, porque según las "feministas de
género" todo esto es "socialmente construido". No importa cuánta evidencia se
acumule contra sus ideas; ellas continuarán insistiendo en que es simplemente
prueba adicional de la conspiración patriarcal masiva en contra de la
mujer.
Sin embargo, existen muchas personas que
quizás por falta de información, aún no están al tanto de la nueva propuesta y
de los peligrosos alcances de la misma. Vale la pena pues, conocer esta
"perspectiva de género" que, según informaciones fidedignas, en la actualidad no
sólo está tomando fuerza en los países desarrollados sino que al parecer,
también ha empezado a filtrarse en otros medios. Basta revisar algunos
materiales educativos difundidos no sólo en los colegios sino también en
prestigiosas universidades.
Ahora bien, en Estados Unidos el
"feminismo de género" ha logrado ubicarse en el centro de la corriente cultural
norteamericana. Prestigiosas universidades y Colleges de los Estados Unidos
difunden abiertamente esta perspectiva. Además, numerosas series televisivas
norteamericanas hacen su parte difundiendo el siguiente mensaje: la identidad
sexual puede "de-construirse" y la masculinidad y feminidad no son más que
"roles de géneros construidos socialmente".
Si tomamos en cuenta que el avance de
las tecnologías ha logrado que dichos programas con toda la nueva "perspectiva
de género" lleguen diariamente a los países en vías de desarrollo principalmente
a través de la televisión por cable, sin descartar las muchos otros medios que
existen en nuestro tiempo, esto nos pone ante un nuevo reto al que debemos
enfrentarnos lo antes posible para evitar las graves consecuencias que ya está
ocasionando en el Primer Mundo. Más aún cuando en palabras de O'Leary, la
"de-construcción" de la familia y el ataque a la religión, la tradición y los
valores culturales que las "feministas de género" promueven en los países en
desarrollo, afecta al mundo entero.
* Profesora en la
Universidad de Navarra,
España.
Fuente: Church
Forum