¿Por qué la perspectiva de género no
es la solución a los problemas de la mujer?
Por Beatriz Duque
López
Del 28 de febrero al 11 de marzo, tendrá
lugar en Nueva York la 49ª sesión de la Comisión sobre la Condición
Jurídica y Social de la Mujer (CSW), también denominada
"Beijing+10", en la que se hará una revisión de los logros y deficiencias en la
ejecución de los planes trazados en las conferencias de la mujer de Beijing
(1995) y Beijing+5 (2000). En esta ocasión, el mayor énfasis se pondrá en cómo
integrar la perspectiva de género en la implementación de las Metas de
Desarrollo del Milenio acordadas por la ONU en la Cumbre del Milenio del año 2000, cuya
revisión se hará en septiembre de este año.
Desde la Conferencia de Beijing en 1995,
la perspectiva de género ha sido la estrategia empleada por la ONU para combatir las
inequidades e injusticias cometidas en contra de la mujer. Bajo este enfoque se
ha diseñado una Plataforma de Acción de gran envergadura, que si bien incluye
propuestas acertadas, presenta planteamientos discutibles e iniciativas que
atentan contra el autentico desarrollo de la mujer y de la sociedad en
general.
Planteamientos
discutibles
1. El concepto de "igualdad de género",
tal como lo entiende la
ONU, parte de una postura ideologizada en la que el hombre y la
mujer están enfrentados como enemigos de clase en permanente conflicto. Se busca
entonces "empoderar" a la mujer, es decir, capacitarla para enfrentar al hombre
(que es su opresor) y para que alcance su "autonomía". Es innegable que aún hoy
muchas mujeres se ven sometidas a tratos discriminatorios e injusticias por
parte de varones, pero esto no significa que todos los males que aquejan a la
mujer puedan ser reducidos a un enfrentamiento entre sexos. Pretender pasar
todos los conflictos por el filtro del género es caer en una postura
reduccionista que enmascara sus verdaderas causas. En este sentido, el caso de
la violencia doméstica es paradigmático: al convertirla en violencia de "género"
se está abordando el problema desde una de sus manifestaciones más concretas (el
gran número mujeres que son agredidas por hombres), pero no a partir de las
causas de fondo que la generan como son la pobreza, el alcoholismo, las
carencias afectivas en la infancia, etc. Si, además, la solución que se propone
es la desintegración y la competencia entre ambos sexos, en lugar de apagar el
incendio lo que se consigue es avivar la llama.
La perspectiva de género plantea la
necesidad de un cambio, y en eso tiene razón, pero ese cambio no puede estar
fundamentado en la oposición y en la búsqueda de autonomía entre el hombre y la
mujer, sino en la promoción del respeto, la estima y la cooperación entre ambos
sexos que son, en esencia, complementarios.
2. La perspectiva de género no plantea
un concepto de desarrollo integral, su enfoque se centra en el desarrollo
económico. El progreso de la mujer se mide en función de su acceso al mercado
laboral y a situaciones de poder, dejando de lado otras dimensiones y su
aportación en ámbitos como la familia y la comunidad. Se considera que el
"trabajo reproductivo" (no remunerado) es la primera forma de exclusión de la
mujer en el ámbito económico, social y político porque limita el uso de sus
capacidades y su participación en el "trabajo productivo". Esto se traduce en un
menosprecio de la maternidad que se considera como un "estereotipo" dañino y
como una carga de la que hay que librar a la mujer. Simplemente se desprecia un
modo de vida y unas tareas frente a otras que se consideran más
"dignas".
3. La perspectiva de género parte de un
concepto del ser humano materialista y alejado de la realidad. En primer lugar,
en aras de alcanzar la equidad, niega las diferencias profundas que existen
entre el hombre y la mujer, argumentando que se trata de diferencias socialmente
construidas. Por ello se da tanta importancia al hecho de que la mujer desempeñe
actividades típicamente masculinas. En la ley de Igualdad de Oportunidades
sancionada el año pasado por el Gobierno de Colombia hay un artículo que ordena
promover la incorporación de las mujeres al empleo en el sector de la
construcción para garantizar, según esto, su igualdad con los varones. Afirmar
el valor de la mujer significa reconocer su diferencia con el hombre, no negar
su identidad para hacer de ella una mala copia del varón. En todo caso la
equidad no viene dada por los roles desempeñados, la mujer puede cargar
ladrillos y el hombre cambiar pañales, la igualdad entre ambos sexos radica en
que ambos poseen la misma dignidad como seres humanos y así lleven a cabo las
mismas labores las harán de modo distinto desde su ser femenino o
masculino.
Al tener una visión materialista y
utilitarista de la persona, este enfoque se queda corto a la hora de dar
respuesta a las aspiraciones más profundas de la mujer, pues todo el énfasis se
pone en satisfacer sus necesidades materiales y en alcanzar autonomía y
situaciones de poder, sin tener en cuenta que su necesidad primaria es la
vivencia del amor.
4. La perspectiva de género crea una
reinterpretación manipulada de los derechos humanos en la que aparecen nuevos
"derechos", fundamentados, no en la dignidad humana, sino en el consenso
arbitrario de unos pocos. Se habla entonces de "derechos sexuales y
reproductivos", en virtud de los cuales se exige el acceso al aborto (incluso
para menores de edad y sin el consentimiento de sus padres), se justifican la
pornografía, la pedofilia y la prostitución, se promueve la homosexualidad, se
viola el derecho de los padres a ser los primeros educadores de los hijos, entre
otras cosas. Con la bandera de la igualdad de género se reclama también el
derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, así como el derecho a que
dichas parejas adopten niños. Esta reinterpretación caprichosa del derecho
atenta contra la misma dignidad de la mujer y contra el bien de la
sociedad.
Sin lugar a dudas, la situación de
injusticia e inequidad en la que se encuentran muchas mujeres (y hombres) exige
un cambio por parte de nuestra sociedad. Sin embargo, a fin de poner soluciones
de fondo y eficaces para el bien de las mujeres y de toda la sociedad, las
acciones que se propongan deben fundamentarse en la búsqueda de un desarrollo
integral y partir de las siguientes premisas:
1. Reconocimiento de la dignidad humana
como principio fundamental: respeto y compromiso hacia cada ser humano, teniendo
en cuenta todas sus dimensiones; reconocimiento de la dignidad de la mujer,
igual a la del hombre, y de su particular aportación a la familia y a la
sociedad; reconocimiento del ser humano como finalidad y centro del
desarrollo.
2. Protección y promoción de los
auténticos derechos humanos y las libertades fundamentales de todo ser humano,
sea cual sea su condición.
3. Asegurar el acceso a los servicios
sociales básicos como condición para el avance de la mujer, su familia y su
comunidad. Esto incluye el acceso a la educación, a servicios para el cuidado de
la salud[1], agua limpia y sanidad adecuada, etc.
Fuente: Mujer Nueva,
28/02/2005